
Frente al silencio cmplice del entorno o al retardo de las instituciones para condenar la violencia sexual o las variantes ms sutiles de sometimiento que se cobijan en el sigilo de las redes intrafamiliares, la escritura logra activar la potencia liberadora de la confesin y empuja la sancin social, un efecto visible en obras como «El consentimiento» -en la que la autora francesa Vanessa Springora narra su relacin asimtrica con el escritor Gabriel Matzneff- o «Donde no hago pie», el flamante texto donde Beln Lpez Peir vuelve sobre el abuso cometido por su to.
Cuando lo aberrante tiene lugar al interior de estructuras afectivas asociadas al cuidado y el respeto, tarda en ser identificado como delito. No slo eso: la instancia judicial, que debera ser receptora natural del proceso para determinar la carga de responsabilidades y una accin punible acorde, muchas veces aparece despus: la confesin que permite empezar a expurgar el trauma arranca en ocasiones como un alegato literario.
As fue el caso de la escritora Beln Lpez Peir, para quien la literatura se convirti en el primer espacio donde irrumpi una posibilidad tangible de justicia. Ocurri mucho antes de que las instituciones encargadas de impartirla acusaran recibo de su dolor y accionaran para reparar los aspectos viables de un dao que a grandes rasgos ser siempre insondable.
La angustia contenida, camuflada bajo la distorsin de responsabilidades que generan algunas historias de abuso, empuj la escritura de «Por qu volvas cada verano», donde narra el martirio que sufri entre los 13 y los 16 aos. En la novela, que circul silenciosamente hasta que la actriz Thelma Fardin la mencion como el estmulo que la ayud a denunciar por violacin al actor Juan Darths en 2018, narra la trastienda horrorosa de sus vacaciones en el pueblo de San Luca, adonde como resume el ttulo del texto llegaba cada verano para pasar tiempo con sus primas y amigas, mientras sus padres se quedaban trabajando en la ciudad.
As, en la polifona de voces que se entretejen para darle densidad al relato, Lpez Peir desenmascara al hombre campechano, al comisario de pueblo que apoyaba su arma sobre una mesa de luz antes de acechar a su sobrina, mientras intenta construir un refugio para diluir las injurias de quienes la desacreditan y al mismo tiempo desanclarse del lugar paralizante de vctima, «ir ms all, no seguir con el destino que se te es planteado cuando sufrs un abuso, porque claramente lo primero que pasa es que te sents reducida, expropiada», confiesa.
La angustia contenida, camuflada bajo la distorsin de responsabilidades que generan algunas historias de abuso, empuj la escritura de «Por qu volvas cada verano»”
Por estos das acaba de editar «Donde no hago pie», donde recupera el episodio desde una dimensin que prolonga el raid siniestro del abuso y la castiga con una procesin de cancelaciones, alegatos indignantes y un testimonio que debe volver a dar una y otra vez, como si su voz quedara enmudecida ante el engranaje legal. A casi siete aos de su denuncia, que se elev a juicio recin en 2018, la causa sigue abierta y el acusado se zambulle en artilugios judiciales para extender su impunidad.
«Es una novela de no ficcin centrada en la tradicin argentina de investigacin y denuncia que se abre con Rodolfo Walsh, as como en un libro como ‘El adversario’ de Emmanuel Carrere, que de alguna manera me inspiraron para hacer este libro mucho ms asociado al thriller judicial como tambin ‘A sangre fra’, de Truman Capote», cuenta Lpez Peir en dilogo con Tlam.
«En la mayora de las historias sobre los que le sobre juicios con jurados la vctima estaba muerta, como es el caso de O.J. Simpson o de Jean-Claude Romand que cuenta Carrere en ‘El adversario’. Lo que me pregunto es qu pasara si en vez de narrarlo un varn o incluso un periodista, es la misma denunciante quien no solamente tiene que narrar sino tambin investigar cules son las instancias judiciales», precisa.
Tanto en «Por qu volvas cada verano» como en «Donde no hago pie» la literatura irrumpe en estado de denuncia para condenar no solo al to abusador sino a la trama de silencios y estigmas que corroe todo intento de resiliencia: all confluyen una parte del entorno que niega la barbarie ocurrida en los intramuros de esta familia y las instituciones que dilatan el juicio e impiden la sentencia que operara como instancia para atenuar el dao de la vctima, que con 22 aos se ocup de redactar ella misma la denuncia penal contra su abusador.
«Mi literatura tiene como materia la experiencia, es decir, qu pasa con las vctimas de abuso sexual, con las instituciones, los familiares y la intimidad, y si bien tiene un efecto reparador, ligado a la posibilidad de conocer y nombrar el dolor, aquello que est anudado en lo interior, es mucho ms que narrar una escena personal y tiene que ver con registrar un proceso de profesionalizacin de mi escritura, de utilizar los recursos literarios aprendidos para aduearme de mi historia y convertirla en materia de escritura», seala.
Tanto en «Por qu volvas cada verano» como en «Donde no hago pie» la literatura irrumpe en estado de denuncia para condenar no solo al to abusador sino a la trama de silencios y estigmas que corroe todo intento de resiliencia”
Mientras la historia vuelve a circular en esta nueva entrega, al otro lado del ocano nuevos relatos de abuso trepan a la escena de la mano de obras que hacen pie en el campo editorial para desarmar el dispositivo de poder y prestigio que protege a los abusadores y neutraliza la condena social, dejando al descubierto un doble estndar entre las adhesiones masivas a movimientos como el Mee Too o sus equivalentes y la indulgencia cuando la acusacin recae sobre los favoritos del sistema.
Galia, la hija de Amos Oz -el autor de «Una historia de amor y oscuridad» fallecido en 2018- public una autobiografa en la que denuncia «maltrato fsico y mental continuo» del escritor israel, que a la par de su oficio despleg un sostenido activismo por la paz.
«No era una prdida pasajera de control ni una bofetada aqu o all, sino una rutina de abuso sdico», escribe la mujer en su libro, titulado «Algo disfrazado como amor».
En muchos casos, la reparacin llega aos despus del momento en que tuvo lugar el acto aberrante y se da como resultado de la confluencia entre dinmicas editoriales -que metabolizan la infidencia escabrosa como uno de sus combustibles predilectos- y una vctima dispuesta a romper la cadena represiva. «No hay nada ms destructivo en la vida que el silencio», sostiene la escritora francesa Vanessa Springora, que se anim a contar la trastienda de su relacin con el hasta entonces reputado escritor Gabriel Matzneff, hoy de 84 aos.
Lo hizo en «El consentimiento», una novela que en abril lanzar en la Argentina el sello Penguin Random House y donde describe prcticas que el narrador ya haba ventilado impdicamente en varios libros, como su propensin a seducir nios y nias. Acaso amparado en la disociacin entre obra y autor -cada vez ms cuestionada en tiempos de extrema correccin poltica- o convencido de que su capital intelectual lo exima de ciertas convenciones, Matzneff no imagin lo que desatara el texto de su expareja: su desaparicin inapelable del catlogo de Gallimard, el ms prestigioso sello galo.
Tal vez porque lo que ahora genera una condena tajante no sonaba oprobioso dcadas atrs. En los 90, algunos aos despus de que el escritor publicara «Les moins de seize ans» («Los menores de diecisis aos»), que se lee como una exaltacin de su fascinacin por los nios y adolescentes, el conocido crtico francs Bernard Pivot entrevist en un ciclo televisivo a Matzneff y le solicit que contara sus secretos de seduccin con menores de edad. Cuando se le reproch su actitud, lleg a decir: «Por aquellos aos, la literatura era ms importante que la moral».
Doblegar al opresor en su territorio
Springora tena 13 aos cuando conoci al escritor, por entonces al filo de los 50. Ella argumenta que esa disparidad gener una abismal asimetra de poder que lo constituy en manipulador y la releg a condiciones de sometimiento extremo, como esos adolescentes ficcionales que aparecen en muchas de las obras del narrador, que lleg a recibir el Premio Amic de la Academia Francesa en 2009 y el Renaudot de ensayo en 2013.
Lejos de escudarse en el relato monoltico de una vctima eximida de autocrtica, la autora avanza sobre las zonas grises de la historia y plantea que el consentimiento no debera ser el nico criterio para determinar si hay abuso sexual. «Se usa eso contra las vctimas: ‘ella quera’, ‘consinti’… Me detengo en la riqueza semntica del concepto, porque hay mucha filosofa detrs», dice. Y agrega: «El consentimiento es una palabra que permite atenuar la gravedad de los hechos en lo que respecta al agresor. Consentir es decir ‘s’, pero para poder decir «s» uno tiene que ser capaz de poder decir ‘no'».
Una moralidad permisiva con la intelectualidad progresista
Con menos espacio para los matices porque los componentes de la historia no dejan resquicio para la ambigedad, otro revuelo surgido de un hito literario sacude por estos tiempos a la intelectualidad francesa con el envin suficiente para romper el mutismo que ha favorecido y perjudicado al mismo tiempo a los integrantes de un clan liderado por el politlogo Olivier Duhamel -uno de los analistas y acadmicos ms famosos de Francia-, a quien su hijastra Camille Kouchner acusa de abuso e incesto cometido contra su hermano en su reciente libro «La familia grande».
Como en los casos anteriores, la obra ejecuta una doble denuncia: el delito en s mismo -perpetrado por el hombre y la condescendencia de un entorno que conoca esta prctica aberrante y prefiri mirar para otro lado.
En su libro, Kouchner acusa a su padrastro de haber agredido y violado a su hermano gemelo a partir de los 14 aos, a finales de la dcada de los 80, en una serie de episodios que se prolongaron durante varios aos. «Yo tena 14 aos, lo saba y no dije nada», confiesa la autora en «La familia grande», cuya publicacin motiv que la justicia parisina iniciara una investigacin por «violaciones y agresiones sexuales» sin certezas aun sobre la posibilidad de que hayan prescripto los delitos que se le imputan a Duhamel.
«Muchos lo saban y la mayora hizo como si no pasara nada», asegura Kourchner, una afirmacin que tiende puentes con la historia ventilada por Springora: adems de compartir el silenciamiento vergonzante sobre lo ocurrido durante varias dcadas, ambas tramas construyen la hiptesis de una elite que se coloca por encima de las normas y los principios morales y que es capaz de justificar los comportamientos ms repudiables de sus mejores representantes.