Quizá no haya tal cosa como un mejor disco de Madonna. Tu Madonna favorita puede ser la de los rayes espirituales, la de las provocaciones eróticas o la de las confesiones bailables, pero todas están, de alguna forma, dentro de Like a Prayer y por eso es tan difícil ponerlo por debajo de cualquier otro. Es la quintaesencia de Madonna porque condensa todo lo que era como artista en ese momento y qué tan profundo estaba dispuesta a ir.
Divorciada, entrando a los 30 y con ganas de dejar una marca, Madonna se juntó de nuevo con Patrick Leonard (quien la había ayudado a dar sus primeros pasos hacia la madurez en True Blue) y Stephen Bray. “En el pasado, mis discos tendían a ser un reflejo de las influencias actuales”, le dijo a Rolling Stone. “Este álbum trata más sobre influencias musicales pasadas. Las canciones ‘Keep It Together’ y ‘Express Yourself’, por ejemplo, son una especie de tributo a Sly & The Family Stone. ‘Oh Father’ es mi tributo a Simon & Garfunkel, a quienes amaba”.
Lo cierto es que, mientras que varios otros discos de Madonna no tienen una producción tan fechada, Like a Prayer no puede evitar sonar ochentoso. Sí se entiende la intención de las citas musicales, el uso de batería y guitarra en todos los temas y ese bajo moog muy Motown que aparece en varios. El arte del disco incluye fotos de Madonna morocha en look hippie y salió aromatizado con un perfume a patchouli. También incluía un folleto con lo que se sabía del sida hasta ese momento. Fue escrito y grabado en tiempo récord. Madonna trabajó con músicos en vivo y se negó a pulir demasiado o a hacer retomas vocales: quería ir directo al sentimiento.
Lo que realmente elevó a Like a Prayer del resto fue Madonna en estado de autoanálisis profundo, inspeccionando su relación con su familia -la de sangre y la elegida-, su madre muerta, su padre estricto, su formación católica, el sexo y el amor. Pero no estaba haciendo una ruptura experimental o uno de esos pasos al costado no aptos para consumo masivo. El disco tenía sus momentos más personales y también sus canciones más sólidas hasta esa fecha. El gospel pop que le da título al disco con los matices sexuales de sus gritos de fe, la demanda feminista de “Express Yourself”, el forcejeo cachondo con Prince en “Love Song”, la cachetada verbal a Sean Penn de “Till Death Do Us Part”… Cada canción de este disco es como una revelación maravillosa, un lugar al que Madonna no había ido antes.
Incluso cuando baja la tensión en momentos tiernos como “Cherish” o “Dear Jessie” (la “Eleanor Rigby” de Madonna), toca fibras emocionales sin nada de cinismo. El disco tiene un cierre rarísimo, “Act of Contrition”, con la pista de “Like a Prayer” en reversa, la guitarra de Prince improvisando encima y ella recitando suavemente el “Acto de contrición” católico hasta que se convierte en una Karen gritona a la que no le abren las puertas del cielo: “¡Tengo una reserva! / ¡¿Cómo que no está en la computadora?!”. Orgullosamente pecadora.
Fuente: https://silencio.com.ar/play/de-peor-a-mejor/madonna-rankeada-de-peor-a-mejor-49447/