Daniel Melero y Diego Tuñón se conocen desde hace más de cuatro décadas, y hace más de tres que el primero convocó al segundo para tocar en Cámara. Desde entonces, los cruces musicales entre ambos han sido una constante: el ex Los Encargados es el primero que escucha los discos de Babasónicos, donde Tuñón se convierte en Uma T al frente de los teclados; el disco Por de Melero tuvo producción de Tuñón y Diego Uma; el cantante hizo una película sobre la banda; y Dárgelos y compañía se reconfiguraron para acompañar a Melero en México. En un punto, además, la relación de amistad y confianza se hizo familiar: Melero es el padrino de Helena, la hija de Tuñón.
Con tantos antecedentes, no es una sorpresa que hayan hecho La ruta del opio, sus primer disco juntos, sino que no lo hayan hecho antes. “No sé, no se nos había ocurrido”, se sincera Daniel Melero. “Tampoco es que pensamos en hacer un disco, lo que sí surgió fue la idea de empezar a grabar. Y durante mucho tiempo se trató de eso”. Diego Tuñón, entonces, toma la palabra desde la otra mitad de la pantalla (son tiempos de entrevistas virtuales): “Yo siempre preferí producir discos que ser el nombre del artista. La verdad es que Dani me convenció de hacer el disco, para mí podría haber sido un disco de él, aunque lo hicimos totalmente a dúo”. Y el cantante y productor le responde directamente a su compadre: “Para mí iba a ser un disco tuyo producido por mí, al principio (risas). Justamente, en esa confusión terminó siendo un disco a dúo”.
Si uno lo observa en detalle, este disco es altamente melódico, aunque no haya todo el tiempo melodías cantadas. Es hasta muy sencillamente melódico, con melodías casi inocentes por momentos.
¿Cómo funciona la relación entre ambos?
Diego: Básicamente, nos gusta pasar tiempo juntos y, sobre todo, hacer lo que más nos gusta, que es escuchar música. Creo que nos gusta más escucharla que hacerla, siempre estuvimos bastante de acuerdo en eso. El otro día recordaba que cuando yo iba a la secundaria lo llamaba a Dani por teléfono muchas veces y charlábamos un rato. Un día le pregunté por qué no hacía tal o cual cosa y él me dijo que en realidad él no es tan bueno, pero tenía que tapar a todos los demás que eran mucho peores (risas). Había mucha música de mierda… Estamos hablando de años muy trascendentales en cuanto a lo que significaba la música culturalmente en todo el mundo. Habrá sido en el 84, 85, cuando todavía teníamos que fumarnos a unos hippies recontra tardíos, y Dani se ponía el mameluco y salía a tocar con tablas de planchar. Era considerado casi un insulto al rock, pero estaba poniendo las cosas en su lugar.
Daniel: A mí me decían que era de vanguardia, pero yo sentía que los demás eran de retaguardia y que por eso yo quedaba adelante.
Diego: Con Dani tenemos una relación familiar, incluso, pero para todos los demás miembros es muy difícil relacionarse con eso, porque nosotros dos tenemos un mundo interno en el que es difícil que podamos incluir a alguien. Mi hija lo sufre, su mujer también (risas). Integrar a los demás es difícil porque estamos en una muy profunda. Algo muy normal para mí es ir a visitarlo e ir directamente a escuchar música, porque él siempre tiene algo de música para mostrarme. No siempre es algo que nos gusta, pero por lo general es algo que tiene un detalle que lo distingue. Hubo épocas como esta que describía… En el 85 había detalles muy claros que te hacían moderno, pero en 2008 ser moderno es un detalle pequeñísimo. Las herramientas son totalmente otras. Y generalmente Dani me muestra algo que tiene esa cuota de modernidad. Entonces, empezamos a pensar en cómo llegan a eso. Es como un juego en el que terminamos desarrollando nuestro propio proyecto en base a esas cosas.
Daniel: Que termina siendo música muy distinta a aquella que estábamos escuchando, además. Otra cosa que tenemos en común es que revisamos aquello que en otro momento nos parecía interesante y lo deconstruimos hasta la crueldad, inclusive con cosas propias.
Diego: Claro, nos convertimos en exnovias (risas). Pero es con cosas que nos han vuelto locos, ¿eh? No sé, a lo mejor de Gary Numan empezamos a encontrarle el pelo en el huevo y es algo que nos hizo un bien total…
Daniel tiene una larga data de reaccionar contra al disco anterior como modo de avanzar.
Daniel: Con el tiempo me reconcilié con muchos discos, algo que logré sobre todo a través de la mirada de otros. Pero sí, era como pendular, me iba para el otro lado… En general, los discos eran música de la que estaba deshaciéndome. Pero con este disco en particular no me pasa en absoluto. Nos encontramos llamándonos porque estuvimos escuchándolo y nos agarra una de elogiarlo… Es como si fuera de otro, por momentos, pero también sabiendo que es nuestro.
Diego: Tiene esa forma de tratamiento y todo ese espacio que generamos… Esto de usar el sonido como poesía para mí le da más significado a la música. Y me sorprende, porque por lo general siempre que termino un disco tengo ganas de seguir manipulándolo, pero con este más no se puede.
Daniel: Después de seis años no nos quedaba perilla por tocar (risas).
Diego: Ya sería para psiquiatra…
Quizá si haya un modo de que el disco siga “abierto” a través de remixes. “Los seis”, la canción que cierra La ruta del opio, incorpora el beat hacia el final, cosa que apenas sucede en el resto del disco.
Daniel: Ese tema pasó por tantas instancias… Fue el último que se terminó y uno de los primeros que comenzamos a hacer. En un momento pensamos que era el que tenía que abrir el álbum, después llegó a estar afuera de la lista… Era un vaivén que tenía que ver con la manera de ir cocinando el mensaje del disco. Diego hizo una tarea tremenda en ese sentido, porque reubicando los temas logró crear un discurso que ya existía pero estaba mal narrado.
Diego: Teníamos una idea del disco que después revisamos. Y al acomodar, el disco tiene otro relato. Bah, el relato es el mismo, pero tiene otra estructura. Y eso es muy bueno. En particular, el tema “Los seis” siempre nos resultó excesivamente importante. Y sentíamos que habíamos fracasado, porque habíamos llegado al pico de una montaña, a sentir que teníamos el tema más groso, y después dijimos “no, no sirve”. Finalmente, creo que llegó a tener su lugar, porque es importante para muchas de las personas que lo escuchan. Y puede ser que abra un diálogo, con vos decías, pero no hacia remixes sino a un próximo proyecto… con más ritmo.
Daniel: Cumple con esa situación del último tema del lado 2 de los viejos discos, en los que uno decía “esto es el futuro de la banda”, el anuncio de lo próximo. Pero también es un buen modo de volver al comienzo, al tema uno, porque lo vincula, se enlaza el disco.
¿Qué se proponían decir y qué terminaron diciendo?
Daniel: Qué enigmático… En realidad, se produjo una narración con en esas películas en las que se van filmando escenas y luego se descubre qué se estaba tratando de narrar. Buscamos no cerrar al disco en un concepto sino que fuera como un vehículo al que alguien puede subirse y hacer su propio viaje. Que no sea como un tren que va por una sola vía…
Diego: Creo que hace tiempo que, por su inmediatez, la música dejó de ser tratada como un estimulante. Y nosotros tratamos de rescatar esa situación: generar un estímulo profundo. Queríamos devolverle elegancia a la música y un estímulo que sentíamos que no se está trabajando mucho. A la vez, yo nunca había llegado a esa profundidad en cuanto a la conjunción de frecuencias y el tratamiento de pequeñas cosas hechas gigantes, a encontrar una sinfonía en una nota.
Daniel: Es la sonoridad invitando a ser escuchada.
Diego: De eso se trataba. Por eso, aunque las palabras no eran secundarias, la poesía ya venía en el estímulo sonoro general.
Daniel: Además, si uno lo observa en detalle, este disco es altamente melódico, aunque no haya todo el tiempo melodías cantadas. Es hasta muy sencillamente melódico, con melodías casi inocentes por momentos. Eso lo pone en el plano de la simpleza, donde no se nota toda su complejidad. El resultado termina siendo sencillo.