Ok Pirámides parece moverse en dos velocidades tan diferentes que hasta se antojan antagónicas: mientras que muchas veces su música repta en cámara lenta por laberintos dub narcotizados, la banda parece subida a un trip adrenalínico que la empuja siempre hacia adelante. Algo de ese choque de intensidades fue desde el comienzo el elemento distintivo de sus shows, siempre imprevisibles y marcados por la personalidad y el estado de su líder Julián Della Paolera. Y eso vuelve a darse en pleno aislamiento: después de que se alejaran un par de integrantes, el grupo los despidió con un disco en vivo, se reconfiguró, publicó tres EPs y los presentó a través de un recital por streaming desde Strummer Bar.
“El show estuvo buenísimo porque nos moríamos de ganas de tocar”, cuenta el cantante, compositor y guitarrista de OK Pirámides, y ex Victoria Mil y La Nueva Flor. “La falta de interacción con la gente cambió mucho como encaramos el proceso, porque en realidad decidimos estrenar siete de las canciones de los EPs y también la nueva formación. Entonces, lo encaramos como si fuera una grabación para la tele, a la antigua, más que tipo ‘es un show sin gente’. Yo lo sentía como si fuera lo de Jools Holland porque sonaba bien y se veía bien”.
Además de Della Paolera, siguen en la banda Juan Martín Ferreyra (bajo) y Gabriel Muscio (batería), y se incorporaron Ignacio Jeannot (guitarra) y Loló Gasparini (voz). Con esa formación, OK Pirámides registró EP. 3, EP. 5 y EP. 7. “Creo que está buena la idea de avanzar hacia otro lugar, es una idea que mantuve siempre. Hay una frase de Adrián Paoletti en un tema de Copiloto Pilato que para mí siempre marcó un rumbo: ‘Lo de siempre es hermoso / lo cotidiano, terror’“.
“Entre show y show, mi vida no tenía un rumbo muy sano. Entonces esto de la cuarentena me super ayudó. No creo que en otras condiciones hubiera hecho tanto en tan poco tiempo”.
Ustedes tuvieron varios cambios de formación pero eso nunca pareció detenerlos, mientras que hay bandas en las que se va un músico y tardan un año en grabar otro disco…
Quiero aclarar que todos los que no están más son todos muy buenos músicos. Si bien con cada uno tuvimos alguna razón, digamos, no estamos peleados con ninguno. Yo he tenido momentos de gran irresponsabilidad con la música, a pesar de que es lo que amo, pero siempre pensé que si a mi me echaban de mi propia banda yo iba a seguir, iba a tener otro proyecto. Da la casualidad de que soy el que compongo y toco la guitarra, y me gusta mucho la música, o sea que para mí el hecho de poder hacer música es un placer por todos lados. Siempre quise tomar las mejores decisiones posibles para mis grupos y el hecho de no detenerme me llevó a momentos más difíciles, en los cuales siempre la música es el lugar donde no existen los problemas. Pero, bueno, evidentemente uno no puede no acarrear con los problemas de su vida… Qué se yo, en un momento el porcentaje de problemas es grande y la música siempre sigue estando porque es lo más importante.
¿Cómo llegaste a esta formación? Porque siempre eran cuarteto y ahora está Loló cantando también.
Fue algo natural. Loló vino a cantar un par de veces invitada en un tema que se llama “Dejá la distorsión”, que en el disco Asusta lo canta Mimi (Maura). A nosotros el tema nos gusta mucho y Mimi no podía venir siempre a cantarlo porque estábamos tocando mucho, aunque es muy amiga mía y ha venido muchas veces, es re copada. Entonces surgió invitar a Loló porque me gustaba como cantaba ella, tuvimos el show como soporte de The Raconteurs en el Gran Rex en el que cantó y… bueno, nada, ahora además somos pareja (se ríe).
Salió bien invitarla…
Sí, salió bien. Le dije a Mimi que me gustaba mucho para que no se ponga celosa. Bueno, la verdad que para los tres EPs se integró naturalmente porque compusimos juntos acá en cuarentena, empezamos con una cajita de un teclado. Hay algo que como compositor yo sabía que podía cumplir: un rango que va entre siete y doce canciones cada año, año y medio. Es lo que hacía para Victoria Mil sin el menor esfuerzo. En esta situación de aislamiento logré más oficio de compositor; o sea, ejercité más algo que ya sabía que estaba ahí. Al principio grabamos cuando no se podía ni salir a la calle, íbamos medio cuerpo a tierra hasta un estudio a diez cuadras, y después le pasábamos los temas a Leo Ramella, Emisor, y él los producía y nos los iba mandando. El hecho de que sean tres EPs tiene que ver con el modo en que se consume la música hoy. En realidad es un disco, son 12 canciones. Los fuimos sacando con dos o tres semanas de distancia. Y vamos a sacarlo en vinilo doble, antes de que termine el año.
¿Estar en cuarentena te ayudó a enfocar para la composición? Porque si bien te surgían naturalmente, son 12, todas juntas y en un período más corto.
Me ayudó en todo, me puso a hacer las cosas que tenía que hacer. Si bien siempre creo en la música y todo, esto me sanó. Yo venía… estaba enfermo, venía enfermo; venía haciendo shows bien, dejando todo. Pero entre show y show, mi vida no tenía un rumbo muy sano. Entonces esto me super ayudó. No creo que en otras condiciones hubiera hecho tanto en tan poco tiempo.
Una de las características que son más llamativas de Ok Pirámides es la búsqueda del dub pero de un lado del post punk, que es algo que acá mucho no se desarrolló.
Algo que me gusta mucho de esa parte es la producción: me parece que el dub es aventurado en la producción. Después, por otro lado, me encantan el dub y el reggae pero no así me encanta el purismo; no me gustan los puristas. Creo que las influencias tienen mucho que ver con uno, ¿no? Me gusta recoger un poco la influencia de Public Image Limited, nos nutrimos de eso, de correr riesgos. Soy guitarrista y no hice nunca en mi vida hice “chac-chac” como se hace en el reggae, por la naturaleza en mi expresión propia, también a veces por respeto a eso que llamamos género. Tampoco cerré los ojos y traté de hacer un solo con la escala de blues porque siento que deberían cortarme las dos manos (risas).