Ayer en Río Gallegos, antes de meter el sobre en la urna, la vicepresidenta volvió a mostrarse confiada, distendida, haciendo poses con el sobre para que de allí saliera la foto que exhibe el principio de una segunda etapa del Frente de Todos, la coalición gobernante en la que ella pensó hace dos años antes que nadie.
No sólo apareció la pandemia en casi todo el medio término de gobierno. Junto con ella, apareció el neofascismo, latente pero ahora desembozado con sugerencias de “algo distinto” a la democracia, o la instigación del delito de evasión fiscal, o émulos de Santiago Abascal, el líder de Vox, que hace unos días sintetizó perfectamente el carácter de estas nuevas fuerzas de ultraderecha que brotan aquí y allá: “Nuestro enemigo es la dictadura de lo políticamente correcto”.En ese paquete de lo políticamente correcto para un gobierno popular entra el movimiento social ascendente. Entran los derechos y las limitaciones de privilegios. Se han vuelto violentos, y su violencia, unida al clima de crisis sanitaria, económica y social, es un caldo de cultivo que hay que repeler sin la mínima duda. El Frente de Todos, que surgió como una herramienta electoral, ahora tiene que hacer emerger su identidad frentetodista, la voluntad de hacer escudo y equipo sin fisuras, porque la pandemia y el hecho de que en ningún momento el esquema sanitario colapsó, y que la fuerza de los hechos demostró que el peronismo del siglo XXI tiene intactos los reflejos básicos de su naturaleza histórica, llegó a estas PASO con excelentes candidatos y candidatas, consolidado como la herramienta para continuar, por un lado, siendo un dique contra el caos social al que aspirará la derecha si los números no ayudan, y por el otro para seguir siendo lo disrruptivo en nuesta historia, la anomalía que da derechos y disminuye privilegios.
Entre el Presidente y la vicepresidenta ya no hay nada que sospechar: reman juntos. Los principales referentes del FdT reman con ellos. Sus militantes se entienden. Y algo de épico tiene esta sincronía, porque atravesamos la pandemia que todavía acecha al mundo, la derecha predijo que el gobierno estallaría cuando estallara el conurbano, porque ésa era la apuesta. Y fue el ministro de Salud de la provincia que representa al 38 por ciento del electorado el número dos de la boleta. No es una paradoja: es de lo que es capaz el peronismo.