Se cumplen 31 años del asesinato de Omar Carrasco en un cuartel de Zapala.
La memoria es un pilar fundamental de la identidad argentina. Es semilla de lucha, herencia de nuestras Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, y herramienta para señalar con firmeza el accionar de unas Fuerzas Armadas que, una y otra vez en la historia, atentaron contra el propio pueblo. Hoy, con un gobierno que en nombre de una supuesta “reconciliación” pretende imponer el olvido, la memoria cobra más fuerza que nunca.
El 3 de marzo de 1994, Omar Carrasco, un joven de 20 años oriundo de Cutral Co, Neuquén, ingresó al Grupo 161 de Artillería de Zapala para cumplir con el servicio militar obligatorio. Tres días después fue declarado “desaparecido y desertor”. El 6 de abril, tras un segundo rastrillaje, su cuerpo apareció a tan solo 700 metros de la compañía. Las pericias revelaron que fue brutalmente torturado, asesinado y escondido en un lugar húmedo y oscuro, para luego ser plantado en el sitio del hallazgo.
El crimen marcó un antes y un después. Se rompió el silencio sobre las prácticas aberrantes dentro de los cuarteles: torturas sistemáticas, abusos de poder, castigos extremos. La muerte de Carrasco fue el detonante que precipitó el fin del servicio militar obligatorio en Argentina.
Sin embargo, hoy, 31 años después, desde el poder político se intenta blanquear el rol de las Fuerzas Armadas durante la última dictadura y promover su regreso a las calles. Los discursos negacionistas, los gestos de admiración a uniformes manchados de sangre, omiten sistemáticamente las violaciones a los derechos humanos, los abusos y asesinatos que jalonaron su historia reciente.
La memoria no se negocia. No se olvida. Porque lo que se intenta callar, vuelve con más fuerza desde el pueblo.
A 31 años del asesinato de Omar Carrasco. A 31 años del fin del servicio militar obligatorio.
Prohibido olvidar.