En El Problema de los Tres Cuerpos, una civilización extraterrestre logra una de las maniobras más devastadoras sin disparar un solo tiro: provoca que la humanidad pierda la confianza en la ciencia.

✍️ Pablo Marano
Al manipular experimentos, frenar grandes avances tecnológicos y sembrar resultados imposibles de explicar, instala una duda corrosiva. Los científicos se desesperan, las instituciones pierden autoridad y el conocimiento deja de ser una brújula. La humanidad queda desarmada sin que haya ocurrido una invasión física. Es un golpe psicológico, pero más letal que cualquier arma.
Ese recurso de ficción funciona como espejo de un fenómeno muy real: el movimiento antivacunas y el descreimiento creciente en el consenso científico. No necesitamos una civilización superior para sabotear nuestros avances; alcanzan la desinformación, las redes sociales y un clima social donde cada opinión parece valer lo mismo que décadas de estudio.
En la serie, la desconfianza es inducida desde afuera. En la vida real, la inducimos nosotros mismos.
El movimiento antivacunas es la expresión más evidente de esta crisis. Se sostiene sobre conspiraciones, relatos emocionales y una profunda incomprensión del método científico. Cada vez que una persona rechaza una vacuna no solo se expone a sí misma: reduce la inmunidad colectiva, habilita el regreso de enfermedades erradicadas y pone en riesgo a toda la comunidad. Es el mismo principio que muestra la serie: cuando la ciencia se cuestiona sin argumentos, todo el sistema comienza a fallar.
La diferencia es que en El Problema de los Tres Cuerpos el enemigo es externo. En nuestro mundo, la amenaza surge desde adentro, alimentada por discursos que promueven “creer o no creer” en la ciencia como si fuera una cuestión de fe. Pero la ciencia no es una religión, ni una ideología: es un método para verificar, corregir y mejorar nuestro entendimiento de la realidad. No pide devoción, pide evidencia.
Si algo enseña la serie es que una sociedad sin confianza en su propio conocimiento está perdida antes de comenzar cualquier batalla. La humanidad del relato descubre que sin ciencia no tiene futuro. Nosotros también deberíamos recordarlo cada vez que elegimos informarnos por un meme, por un video sin fuentes o por un post que promete “la verdad que no te quieren contar”.
Las consecuencias de no confiar en la ciencia no necesitan ciencia ficción para hacerse visibles. Ya las vivimos: rebrotes de sarampión, brotes de enfermedades prevenibles, familias enteras afectadas por decisiones tomadas a partir de rumores.
La historia de El Problema de los Tres Cuerpos advierte sobre un enemigo poderoso. La historia real nos muestra uno más peligroso: la desinformación que erosiona nuestra capacidad de pensar colectivamente.
Si la serie deja una enseñanza, es esta:
cuando elegimos apagar la ciencia, encendemos las peores versiones de nuestro futuro.
