A casi 6 décadas de la trágica noche de los Bastones Largos, el recuerdo de una jornada en la que la represión de Onganía fue en contra de las universidades sus alumnos, profesores y directivos.

El 29 de julio del año 1966 se produjo en nuestro país uno de lo más atroces episodios que marcaron la historia argentina. El dictador Juan Carlos Onganía desalojó múltiples facultades de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y decretó la represión a los alumnos, profesores y demás autoridades que estaban reclamando la defensa de la autonomía universitaria.
Esa atroz noche recibió el nombre de “La Noche de los Bastones Largos” porque la Policía Federal Argentina usó bastones para golpear y reprimir. En paralelo, y además de intervenir las instituciones educativas, Onganía exigió el fin de las actividades que implicaran una línea opositora. Por ello, muchos investigadores, académicos y profesionales debieron exiliarse mientras que otros tantos tuvieron que abandonar sus puestos de trabajo.
La tarde del 29 de julio, la dictadura de Onganía lanzó el decreto 16.192, que buscaba ponerle “fin a la autonomía universitaria” y exigía que las instituciones educativas pasaran a depender directamente del Ministerio de Educación. Además, para que los rectores de las universidades pudieran mantener sus puestos de trabajo, se les obligaba a hacer una transformación para responder a las órdenes que dictara el mencionado ministerio.
Con un ultimátum de 48 horas, las autoridades, docentes y estudiantes de las facultades de Ciencias Exactas y Naturales, Filosofía y Letras, Medicina, Ingeniería y Arquitectura decidieron hacerle frente a dictador y defender la educación.

¿Por qué Onganía fue contra las universidades?
El dictador Juan Carlos Onganía, quien derrocó al presidente elegido constitucionalmente, Arturo Umberto Illia candidato de la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP), consideraba que las universidades argentinas eran sitios en los que se podía conspirar contra su línea ideológica. Creía que, la UBA específicamente, atentaba contra la “Revolución Argentina”, de la que él mismo estaba al mando.
Después de que el Consejo Superior de la UBA convocara a defender la autonomía universitaria, Onganía percibió que estaban alterando sus planes y decidió imponer su fuerza a través de la represión.
Las universidades de todo el país tenían un régimen autónomo que les permitía elegir a sus autoridades, pero Onganía estableció a través del decreto 16.912 que “el ejercicio de las atribuciones reservadas por los estatutos de las Universidades a los Consejos Superiores o Directivos” y las funciones de los rectores y decanos de las diferentes universidades pasara a manos del Ministerio de Educación. También prohibía “realizar actividades políticas los centros o agrupaciones estudiantiles”.

Bastones largos para “abollar ideologías”
La noche del 29 de julio de 1966, el Cuerpo de Infantería de la Policía Federal Argentina usó bastones para golpear y reprimir a los estudiantes, docentes y trabajadores de las facultades que querían defender la educación tras el decreto que había impuesto Onganía.
Las autoridades a cargo de la represión que exigió el general Onganía pidieron la evacuación del edificio. Cerca de 300 personas se encontraban en el interior del lugar a modo de resistencia. Cuando la policía ingresó, arrojó gases lacrimógenos y obligaron a las personas a permanecer contra la pared en una de las aulas, con los brazos contra la pared.
Golpearon con palos y amenazaron a quienes defendían la autonomía universitaria sin que presentaran resistencia. Cuando evacuaron el establecimiento, los hicieron formarse en fila y los golpearon hasta que definitivamente salieron. Algunas personas recibieron golpes y, pese a la gravedad de las lesiones, los llevaron a la comisaría para detenerlos durante un largo tiempo sin explicación alguna. La imagen de los detenidos aporreados en sus cabezas con esos bastones “para abollar ideologías” quedó grabada en el imaginario colectivo haciendo que la trágica noche se recordara como la de los bastones largos.