Por el crimen de Pillín investigan a un barra de central involucrado en un doble homicidio siniestro
Los negocios de droga en la barra brava de Rosario Central no solamente crecieron en volúmenes de la carga transportada y en el rédito económico. También en ferocidad. En esas veloces alteraciones puede estar contenida alguna clave certera sobre el asesinato a sangre fría de Andrés Pillín Bracamonte que comandó, hasta que lo acribillaron el sábado, por 25 años la hinchada auriazul.
Los cambios de escala en la relación de la hinchada con el mercado de drogas aparecen con elocuencia en un notorio barrabrava muy próximo a Pillín que está preso y de modo muy especial en la mira de los investigadores. Se trata de Carlos Andrés Suárez. Este hombre fue detenido el 1º de julio último conectado a un cargamento de 464 kilos de cocaína traída en avioneta e interceptada en San Justo, en el centro norte santafesino, a 260 kilómetros de Rosario.
Cuando ya estaba preso, fiscales federales determinaron que Carlos Suárez, de 40 años, a quien llaman «El Gordo» o «El Gordo Bichi», estuvo implicado en una historia en extremo siniestra, de una brutalidad poca veces vista, ocurrida a fines de 2022.
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El 24 de noviembre de ese año Suárez llegó a la cárcel federal de Ezeiza en una camioneta Toyota SW4 blanca a visitar a Fabián Gustavo Pelozo, apodado Calavera, un referente narco de Rosario de muy rápido crecimiento económico, dueño de gran sagacidad para la logística del narcotráfico y de crueldad extrema.
Cuando Suárez y el grupo de visitantes salieron de la prisión la camioneta en la que habían llegado ya no estaba. El vehículo que estaba cargado con estupefacientes, dinero en efectivo y lingotes de oro había sido robado. Fabián Pelozo al enterarse en su pabellón tuvo un estallido de ira. Propuso una recompensa de tres millones de pesos para buscar a los ladrones. Contrato sicarios de la zona de Rosario y del gran Buenos Aires para que se ocuparan de reparar el agravio.
Tres semanas después, el 10 de diciembre de 2022, una Citroën Berlingo apareció calcinada en un campo de Guernica, vecina a la localidad de Glew y a 37 kilómetros de Buenos Aires. Adentro del vehículo estaban los cuerpos carbonizados de dos mecánicos, Silvio David Vitullo y Daniel Fabián Segura, quemados mientras estaban maniatados y con vida en la parte trasera del utilitario. Los reconocieron por muestras óseas y dentarias.
Los fiscales federales de la Procuración de Narcocriminalidad (Procunar) Diego Iglesias, Matías Scilabra y Matías Alvarez descifraron este caso truculento y brutal junto con el fiscal de la Procuraduría de Criminalidad Económica (Procelac) Juan Argibay en agosto pasado. Para ese momento Suárez llevaba un mes preso tras ser detenido por Gendarmería Nacional por el cargamento de 460 kilos de cocaína interceptado en San Justo
Carlos Suárez no solamente está implicado en estos hechos. La Procunar lo sindicó asimismo como integrante del grupo criminal que intervino en un transporte de 389 kilos de cocaína secuestrados el 24 de septiembre de 2020 y en la distribución a organizaciones de Rosario.
Los investigadores revelan la relación íntima del barrabrava de Central Carlos Andrés Suárez con Fabián Calavera Pelozo. Y se centran en este último para explicar una meteórica carrera en maniobras de tráfico de drogas detectada a partir de 2015. Desde 2018 y a partir de facturación cruzada, consignaron los fiscales de Procunar, Pelozo se vinculó con Esteban Alvarado, un muy poderoso narcotraficante de Rosario. En 2019 Pelozo empezó a viajar asiduamente a Paraguay y montó una estructura que le permitió recibir grandes cantidades de droga vía aérea para distribuirla a Rosario y otras ciudades del interior del país.
Ibarlucea, meca de la merca
La estructura de Pelozo, de la que Suárez era colaborador estrecho, estaba asentada en Ibarlucea, comuna ubicada a 6 kilómetros de Rosario, donde vivía Pillín Bracamonte en una urbanización cerrada.
Ibarlucea se transformó en un lugar de acopio de cargamentos narcos y resultó un imán para la violencia conectada con este mercado criminal. Allí se produjo un impresionante triple crimen durante un casamiento en febrero de 2022. Era la boda de Enrique Pinky Rocha y Brisa Leguizamón, que se casaron mientras estaban procesados por narcotráfico. A la salida de la fiesta en el barrio cerrado Campos de Ibarlucea ante 300 invitados exterminaron a balazos a Iván Giménez, su pareja Erica Romero y la hija de ambos, Elena, de un año.
Hace apenas diez días, el 1º de noviembre, aterrizó de modo forzoso en Andino, al norte de Rosario, una avioneta tripulada por un militar boliviano de 57 años llamado Oscar Caba Hurtado, con 475 kilos de cocaína. El piloto le dijo a unos lugareños, antes de que lo atrapara Gendarmería a la orilla del río Carcarañá, que tenía que llegar hasta Ibarlucea. Llamó la atención que el militar boliviano contrató como defensor a Hugo Leguizamón, que fue abogado de tres personas juzgadas como testaferros de Esteban Alvarado: Ricardo Ianni, Estefanía Toledo y Nadia Toledo.
El Gordo Suárez y Pelozo
El Gordo Suárez actuaba en la barra de Central y al mismo tiempo mantenía una asociación permanente con Pelozo, cuya familia está afincada en Ibarlucea. La Procunar lo describe textualmente a Suárez como «uno de los principales responsables logísticos y operativos de la actividad de tráfico de drogas que dirige Pelozo».
[La marca del narco detrás del asesinato de Pillín, el jefe de la barra de Rosario Central]
Pelozo había quedado preso el 8 de marzo de 2022. Suárez lo visitaba como mínimo tres veces al mes. Cuando se endurecieron sus condiciones de encierro Pelozo se las ingenió, indica Procunar, para que el Servicio Penitenciario Federal le autorizara la comunicación con un número de abonado correspondiente a su madre. Sin embargo esa línea, se detectó después, era empleada por Carlos Andrés Suárez.
Hoy Suárez, que está procesado por la Justicia Federal por el doble asesinato de los mecánicos, aparece en la trama de las sospechas en otro homicidio brutal pero de mucha mayor resonancia, el de Pillín Bracamonte. Sus movimientos se insertan en el mundo de la hinchada de Rosario Central que es lo que está en el foco de las pesquisas. Una de las hipótesis más fuertes es, precisamente, cómo se complejizaron los vínculos cuando algunos actores de la barra se involucran de lleno en el narcotráfico.
Ese cambio de escalón, negocios con droga de mucha mayor envergadura y rentabilidad donde están envueltas figuras importantes de la barra, es uno de los puntos que están en análisis ante la ejecución a quemarropa de los jefes de la barra de Central el sábado.
«A alguien de la barra le convenía que Pillín saliera de escena», es una idea que viborea entre los investigadores del caso. Pillín Bracamonte fue durante casi 25 años el comandante supremo de la hinchada auriazul. Dominó el mundo Central utilizando al club para generar negocios por servicios que pagaba la institución y él ofrecía explotando firmas prestadoras. Imperó en todos los negocios informales como traslado de barras en micro, cuidacoches en estacionamientos y puestos de comidas en adyacencias del estadio y manejo de jugadores de inferiores. También fue pública su relación con grupos dedicados al narcomenudeo. Pero en los años más recientes en la hinchada empezaron a insertarse actores del narcotráfico a gran escala. Se analiza si esa transformación es la que lo volvió a Pillín perecedero en su histórico rol que fue codiciado por actores nuevos.
Pitito, el testigo
Uno de los testigos del doble asesinato fue Leopoldo «Pitito» Martínez. Pitito es uno de los que mandan en la barra de Central. Estaba en libertad pero había sido detenido junto a Suárez en la investigación por el caso de la avioneta de San Justo con 464 kilos de droga. Pitito es contemplado de manera muy particular. ¿Qué hacía tan cerca de la persona a la que había guardado fidelidad durante tantos años en el momento de su inminente eclipse?
Suárez ahora espera juicio por la tremenda matanza de los dos mecánicos en Guernica. Permanece preso todavía en Rosario, en la Agrupación 15 de Gendarmería Nacional. El expediente se radicó en Rosario pese a haber ocurrido en el sur del conurbano bonaerense porque se agregó a los casos de narcotráfico ligados a Pelozo en San Justo e Ibarlucea. El juez federal de Rosario Carlos Vera Barros procesó por estos crímenes como autores intelectuales a Pelozo y Suárez. Entre los que están sospechados de haber quemado la camioneta Berlingo se encuentra Pablo Martín De La Serna. Cinco días antes del crimen el teléfono de De La Serna impactó en una celda de Ibarlucea. El teléfono en que lo atendieron era el que usaba El Gordo Suárez.
«Al encontrarse afectado por la sustracción del vehículo, que aparentemente estaba cargado con sustancias estupefacientes, dinero en efectivo y lingotes de oro, Pelozo encomendó a personas de su confianza el hallazgo del vehículo y la identificación de los ladrones, a fin de tomar represalias contra los autores de esa sustracción, ofreciendo una recompensa de alrededor de $3.000.000, indicaron en la investigación los fiscales de la Procunar.
En el equipo de fiscales de Rosario que investigan el homicidio los asesinatos de Pillín Bracamonte y el Rana Attardo están muy presentes las extrañas circunstancias que rodearon al hecho del sábado pasado. Un corte de luz en el área del estadio y una presencia policial raleada en la zona de desconcentración del público tras el partido entre Central y San Lorenzo. En una zona sin presencia de móviles, a 150 metros del estadio y a veinte minutos del final del juego, sicarios que llegaron caminando, es decir sin preocupación por el entorno, mataron a los dos hombres.
Fue la definitiva de una secuencia que vino cargada de avisos desde inicios de año. A Pillín lo balearon el 10 de agosto, también después de un partido de Central y en inmediaciones de la cancha. El 10 de febrero de este año atacaron el frente del country Los Alamos de Ibarlucea donde Pillín tenía su caserón de 300 metros cubiertos. Los dos tiradores que balearon el ingreso dejaron un cartel que refería de modo inequívoco a una cuestión de drogas. «Devolvé la merca, ni la fiscalía te va a salvar», decía el texto del cartel.
En medio de un mar de versiones, algo típico de los inicios de una investigación, los nombres del Gordo Suárez y de Pitito Martínez están observados especialmente.